martes, 9 de agosto de 2011

Cárcel de Navalcarnero

Viernes 5 de agosto

Salida rumbo a Ciudad Real con parada en Toledo a comer. En el camino todos son llamadas a precisar detalles en los lugares de representación. Como actuamos un fin de semana, pues no contestarán en los ayuntamientos. Los funcionarios disgustados son groseros, especialmente en la ciudad que actuaremos el sábado. Se irritan ante los imprevistos, como que ser profesional en España es cumplir solo lo acordado. Cuando les pregunto, por ejemplo, ¿dónde estacionar el autobus? se molestan de no haber pensado en el tamaño; contestan por señas y no dan direcciones. Vamos a una cárcel cerca de Madrid, en Naval Carnero. Llegamos un viernes a las 4 de la tarde y todo es desolación. Es una cárcel donde no hemos tenido contacto alguno con funcionarios. Nos reciben simples guardias y todo es muy demorado. Revisar los documentos: 15 minutos, recoger la utilería 20. Al fin entramos y la cárcel es vieja y tenebrosa, con largos corredores en fibra de vidrio, rejas y con pequeñas ventanas que permiten divisar el patio central. Se queda Sevillano con la escenografía y se va con los ordenanzas.



Unos personajes que parecen sacados del purgatorio, ya tienen salidas constantes por cumplimiento de penas o buena conducta y los aíslan del resto de los presos. Nos ayudan pero no verán la obra. Cuando llegamos a las puertas del auditorio, un hall con poemas y un rompecabezas del Jardín de las delicias enmarcado y nadie aparece. Nos tenemos que poner a entretenernos con juegos de reflejos. Al final vemos que el auditorio está abierto, es una sala enorme, caliente, sin aire y un gran Guernica pintado a un costado. Pero el material no llega, entre las dos instancias perdemos 40 minutos. La demora se debe a que hoy hay piscina y, sobre todo, visita conyugal, por eso los presos andan, justificadamente, en otra cosa. Después de una hora llegan la escenografía. Pedimos una escalera, como en las otras prisiones, y nos dicen que están totalmente prohibidas. El director del grupo, un ingeniero, que debe estar adentro por algún delito informático, no comenta que al no ser una cárcel de alta seguridad, sin cámaras ni los equipos respectivos, pues le temen a las escaleras. Llegan literalmente 40, presos que para un auditorio de esas proporciones, se siente desolado. Nos conectamos con un grupo de colombianos minoritarios, en esta cárcel, que me cuentan que los guardas aquí son muy calmados, porque su arma, son los informes: si escriben uno, te niegan después visitas conyugales, o mercado, o incluso te quitan los descuentos en el cumplimiento de pena. Para ello la cárcel en España no te hace sentir el peso del delito y no se temen por su vida. Alguno se queja de la atención de la embajada, pero otro muy claro, justifica el desinterés de los diplomáticos: si venimos a España a delinquir por qué vamos a pedir el apoyo de nuestro país. España tiene un mecanismo; si te devuelves a tu país te rebajan la pena a la mitad; pero curiosamente la gente prefiere estar preso en España que libre en Colombia sin un peso, y sin posibilidad de regreso. Un colombiano relata abiertamente sus envíos de droga y las condiciones de su captura; muchos que no tenian velas en el entierro, cayeron con él y hasta el juicio pudieron demostrar su inocencia; en ese caso el estado español les guarda las semanas, como en un cheque en blanco, por si delinquen y pueden pagar esas semanas como compensación. Presentamos la obra, nos inventamos el recurso de iniciar todos cantando; eso le quita el morbo hacia las mujeres. La función sale muy clarita y buena. Al final les mandan papelitos a las actrices con su nombre y número de celda, esperanzados en una visita. Salimos a dormir en Alcalá de Henares, el mismo hotel y visita a la casa de Cervantes y otros edificios. Empezamos a ver muchos cristianos de Chile y China, que vienen a la visita del Papa.