Domingo 31
Viajamos rumbo a Teruel; en el bello camino nos encontramos con la imponente Molina de Aragón, con unas fortificaciones enclavadas en la montaña, tipo muralla china. La imponente Teruel es la capital de provincia más despoblada de España, con su torres mudéjar, el edificio de Gaudí, y una plaza del Torico renovada. Tenemos algo de miedo porque el ayuntamiento no pone sino la dormida. El problema en estos casos es la falta de compromiso de los ayuntamientos, porque creen que todo es gratis. Pero en este caso la señora encargada está muy comprometida y todas las indicaciones son certeras. El campus universitario es completamente nuevo, y las residencias son mejores que un hotel de tres estrellas. Nos encontramos con amigos, profesor y familiares que vienen desde Valencia a vernos. Nos presentamos en la Plaza de la Catedral, un marco único, delante de una torre mudéjar, al lado de una fuente. La función sale muy bien, unos gitanos comentan la obra al lado del tablado y tienen un resonador que opaca a los actores. Miramos a los comentaristas gitanos y ni se inmutan. Las imágenes salen preciosas y los comentarios de la crítica y los amigos muy positivos. Nel Diago, crítico teatral y amigo, lanza la frase más bella de la presentación:
Fumándome un habano Romeo y Julieta, al lado de los amantes de Teruel, veo a Plácida y Vitoriano: la última pareja de amantes es la que más ha valido la pena; es mejor creer en Venus que en los otros dioses.
Puede ser que con Almagro, Olite y Santander, la de Teruel es una de las funciones que más tensos nos pone, porque no ve gente especializada y que nos conoce. El encargado del ayuntamiento valora también muy positivamente la obra, dice que se nos entendió muy bien.
Al final de la noche, tenemos que volver a sacar las cosas en un carro pequeño hasta el bus, que no entra en el casco antiguo. Como es domingo y el ayuntamiento no nos da nada, coincide con que al terminar la función todo está cerrado y los actores se quedan hambrientos. Duele, pero un poco de dieta no está mal. Teruel, la ciudad fría, olvidada por España, epicentro de diputas políticas y territoriales, donde pasó Jaume I, Hemingway, la guerra Civil y ahora la Universidad del Valle. Una jornada para recordar.