Martes 2 de agosto
Llegamos a un pueblo en la Sierra de la Demanda, no muy agraciado pero vivo; nunca cesan de pasar camiones y carros. Siempre han vivido de la madera y la agricultura, no de la especulación inmobiliaria, por lo que han aguantado mejor la crisis. Amenaza lluvia y ya se valora la posibilidad de pasar la función de un parque al interior de la casa de la cultura. Nos alojamos en una casa rural magnífica dispuesta en lo que era una botería o fábrica de botas. Después de comer en un restaurante con mesera caleña, cuyo esposo se fue ya ha trabajar a Cartagena y ella pronto escampará la crisis en Colombia, descansamos un poco. Salimos ha surtir la casa rural para la noche y el aguacero nos ratifica que las predicciones metereológicas no se equivocan. Entramos a lo que antes era la mejor discoteca de la comarca, según cuentan, incluso venían de Burgos a bailar; ahora es un Club Municipal polvoriento, donde las vecinas se reúnen a jugar cartas. Los organizadores se ilusionan con que nos presentemos en el parque, pero cuando insistimos en que si se mojan los equipos sería desastroso, aceptan realizarla adentro. Trapeamos la otrora pista de baile, y el club, pese al polvo, no ha perdido cierta alcurnia. Nos encontramos con telones negros, reflectores, extensiones, que nos caen como anillo al dedo.
Como que todo está dispuesto para nosotros. Aparece la alcaldesa quien ayuda a bajar las mojadas sillas de madera que alcanza una retroexcavadora por la ventana. La mujer vital, pone ritmo a la puesta en escena; al menor problema aparecen electricistas, agua, cintas. Cuando el poder político apoya a los artistas las cosas se facilitan enormemente. El teatro de Moliere fue, en gran medida, posible gracias a Luis XIV, el de Calderón a Felipe IV, y La Baraca a la frustrada república. No es cuestión solo de dinero; una alcaldesa cargando sillas impone un ejemplo a los empleados y ciudadanos de la villa. La antigua discoteca queda maravillosamente adaptada a un teatro; al espacio con el que soñamos: la mejor sala de teatro de cámara. Llegan mucho público y la función resulta muy buena; el descanso, la sala y el apoyo político, hace que nadie quiera salir. Los aplausos son muchos; y nos relajamos. Cocinamos en grupo como en un gran paseo familiar.