miércoles, 17 de agosto de 2011

Santander, Cierre de gira

Miércoles 17
Nos trasladamos al monasterio donde dormiremos, previo avituallamiento en un supermercado, para nuestra “última cena”. Guardamos en la nevera, bajo llave, las provisiones y nos vamos a Santander. La noche es difícil, comenzamos a las 10:00 PM. y a las 11:00 PM. se juega la final de la súper copa entre el Madrid y el Barca. Para colmo, justo en la plaza, como todos los miércoles, transcurre una asamblea del movimiento de los indignados. Colgamos rápido, tenemos que adaptar el escenario, que es muy bajo, a la muerte de Plácida.




Por respeto a la asamblea de indignados, ensayamos la canciones a un lado de la plaza. El festival no dispone de un baño cerca y dejan encendidazas la luces de los arcos posteriores. La función ocurre en la denominada Plaza de la Porticada, un lugar emblemático de Santander que por un incendio se modernizó ostensiblemente. Llega un actor de la Carlos III que nos cuenta que vino a vernos por que salió una nota nuestra en el pais.com, el diario más leído en Iberoamérica. Quiere decir que la nota que gravó la Agencia EFE, por fin fue colgada. Un regalo para subir el ánimo de la última función. Que honor para unos artistas latinoamericanos el estar reseñado en ese diario. El espectáculo comenzó con problemas, los indignados, pese a terminar la asamblea siguen conversando al lado del escenario; queremos decirles que ya estamos indignados con su falta de respeto a los artistas, pero el público los manda a callar con un sonoro regaño a coro: ¡Haced silencio! La función sale muy bien, como recogiendo el fruto de tantas semanas de trabajo. Ni el partido de las súper copa, logra mermar la cantidad de público. Hemos aprendido a concentrarnos, a incorporar la adversidad a la obra sin irritación. Unas 400 personas no se mueven de la plaza. Al final los actores, a su tercera salida a aplausos, tiran los sombreros al aire, como los colegiales el último día de clases. Los colombianos nos saludan, el chico de la Carlos III nos felicita y la gente del festival queda muy contenta. La noche es frenética: los amigos se despiden, tenemos que empacar con cuidado, botar todo aquello que no irá a Cali, y hacerlo todo muy rápido, sino estamos condenados a viajar mañana durante todo el día. Llegamos al hotel vemos los últimos minutos del partido y perder al Madrid; todas las puertas están abiertas menos la de la cocina con nuestra comida. El cura se levanta a abrir la puerta de la nevera y nos regaña por querer cumplir el sagrado derecho del actor a comer después de la función; esta noche queríamos celebrar nuestra última cena. Todo porque el festival no contrató ese servicio. Comida y sobrio brindis y dedicatorias. Estamos muy cansados para la poesía.