Jueves 11 de agosto
De nuevo al norte, a la provincia de Burgos, casi 500 kilómetros de ruta, pero como en todo relato, está ya es la última vez; el último desplazamiento largo al norte. Briviesca es una ciudad verde muy animada y famoso cruce de caminos. Julián el encargado de cultura, sale a nuestro encuentro y pese a la llegada tarde nos dispone de comida caliente en el hotel. Nos presentamos en el patio de un antiguo Hospital, con buena acústica y heráldica en piedra. El escenario es muy grande, casi ocupa la ¼ parte del patio. Pero nos acomodamos certeramente; la representación ha sido una de las mejores: buen público, luna llena que se va viendo más clara mientras trascurre la función. Al final la guinda de la corona: Venus aparece desde el segundo piso del escenario, en una ventana con un escudo en piedra centenario, que inviste de poderío a la diosa.
Investigadoras de la Universidad de Salamanca, dedicadas a las puestas en escena renacentistas en España, han llegado para ver la obra y quedan fascinadas. Para ellas hemos roto mucho de sus conceptos sobre la manera cómo se debe abordar, desde la escena, a los clásicos. Cena con bocadillos fríos y nos entregamos a las calles de una villa donde las peñas están de aniversario y con música de banda recorren todas las calles. La Peña es una maravillosa forma de organización civil; las fiesta no te las organiza ni el estado ni un productor: los ciudadanos se reúnen durante todo el año, pagan un local, compran sus bebidas y organizan, con diseño de vestuario y pancartas, los temas de su celebración. Volvemos a nuestro hotel, amable pero envejecido y con fuerte olor a fumadores y a los fogones de la cocina de la planta baja.