Jueves 4 de agosto
De vuelta a Andalucía; nos metemos por un camino bastante alternativo, por el Puerto de Lápices, para entrar en Los Pedroches, un valle, que tiene una mancomunidad de municipios. El camino es simplemente espectacular, lleno de dehesas de encinas, donde se alimentan unos cerdos ibéricos de denominación de origen. El Viso queda al norte de Andalucía y en la frontera entre Córdoba, La Mancha y Extremadura. Realmente queda muy cerca de Badajoz; es una ciudad frontera que mantienen rasgos de diferentes pueblos y una excelente comida. La casa rural, a donde tenemos que alojarnos, queda a varias cuadras de donde nos ha dicho el concejal de cultura que estacionamos. Pero el calor de las 3 de la tarde hace que la pereza nos invada y tratemos de meter el bus por estrechas calles. Entrar pudo, pero al salir, el gran Sevillano y el director, confiados al ver anchas las calles, no tienen en cuenta los balcones andaluces, que no permiten pasar el bus por en lo alto. Los de la casa rural, son muy majos y han colaborado en la excesiva confianza sobre el real tamaño del bus. Por perezosos tenemos, en el peor calor, que sacar al bus en reversa por la misma estrecha calle, atiborrada de balcones. Una empresa titánica propia de Herzog. Sevillano ha perdido su trabajo como ayudante de flota, ya lo notificamos a Expreso Palmira. Camino al teatro, las campanadas como en Lorca, replican por un muerto. El teatro donde nos presentaremos es una bella sala asimétrica; el centro del patio de butacas es diferente al del escenario. Colgamos y nos encontramos que tienen luces, aunque sin Dimers y nos ahorramos mucho trabajo. El asistente nos invita a ver el Museo del Auto de los Reyes Magos. Un museo que refleja la historia de una celebración cuatrianual que data del siglo XIX, un tanto ingenua, pero que los pedrochenses defiende con orgullo. En la función llega el alcalde, gente con humor interno, muy amables y orgullosos de su comarca. Pese la sala tiene aire acondicionado, las señoras empezaron a abanicarse una vez iniciada la función; como recordándonos: estáis en Andalucía, tíos. La gente reaccionó a los refranes, no se salió ni un alma y al revés, como que al quedar vacío el pueblo seguía llegando espectadores faltando diez minutos para el final. Cuando terminamos la escena con un nuevo arrebato de celos de Vitoriano, la gente exclamó: ¡Otra vez!. Muchas salidas al escenario, una función de sala maravillosa. El grupo ha evolucionado mucho. Un actor de la zona, gordo y lleno de alegría nos felicita; le preguntamos sobre qué ha actuado, y no dice que hace años montaron El avaro de Moliere, cuando nos contó que había actuado Flechas, el sirviente muerto de hambre, entendimos la versión de la sorprendente versión de la obra. Cena de tapas bajo un toldillo en nuestra casa rural, gestionada para dar trabajo a personas con cierta discapacidad. El nivel de superación de los meseros es sorprendente.